miércoles, 8 de abril de 2015

El desfile, por Juan Antonio Rodríguez Tous. Se juzga su grado de implicación en una trama de desvío de fondos públicos para beneficio de afines.El sofisticado mondongo era de naturaleza más política que latrocínica, es decir, los mangantes mangaban como por efecto colateral

Preferiría que los imputados fueran mangantes en grado superlativo, al estilo Gürtel. El político que manga por avaricia es muy distinto al político que, ideando tramas de mangancia, no manga él mismo. El primero es una enfermedad pasajera del sistema; el segundo, una enfermedad crónica. El primero se desentiende de los fines últimos de la política para aprovecharse de sus medios. El segundo, en cambio, reinterpreta esos mismos fines y pergeña los medios adecuados para alcanzarlos. Los imputados no han mangado porque no se trataba de mangar, sino de hacer política, determinada política. Los imputados son, ante todo, ideólogos atrapados en sus propios ideologemas. Es evidente que Chaves o Griñán conocían el desbarajuste, pero lo interpretaron como un mal necesario o un efecto secundario indeseado, problemillas que podrían ser resueltos en su momento, andando el tiempo.


 

Susana la respuesta a lo de los ERES....¿¿???






El desfile
                                                            
JUAN ANTONIO RODRÍGUEZ TOUS

Actualizado: 08/04/2015 08:57 horas

AYER COMENZARON a procesionar hacia el Tribunal Supremo los imputados por el caso de los ERE fraudulentos. El desfile comenzó con el otrora poderoso José Antonio Viera, muy circunspecto en las fotos. Le seguirán Gaspar Zarrías, Mar Moreno y nuestros dos últimos presidentes autonómicos. Se juzga su grado de implicación en una trama de desvío de fondos públicos para beneficio de afines. Ninguno de los imputados, que se sepa, se lucró personalmente de ella. El sofisticado mondongo era de naturaleza más política que latrocínica, es decir, los mangantes mangaban como por efecto colateral. Muchos de los beneficiados, de hecho, nunca serán imputados; son los prejubilados en virtud de la cosa misma, trabajadores que, de no existir el invento, habrían sufrido las indescriptibles sevicias del desempleo en edad tardía. Ser prejubilado con cincuenta y pocos años es como librarse de la muerte laboral en vida. Parece evidente, sin embargo, que la trama no fue ideada para salvarlos de una existencia zombi. Si hubiera sido éste el propósito, los ideadores no habrían propiciado la trincancia indiscriminada de los diversos comisionistas, ni tampoco habrían permitido la inclusión torticera en los expedientes de prejubilados fantasmagóricos. Se habrían asegurado de que las irregularidades en la concesión de ayudas fueran sólo de naturaleza político-administrativa, no penal. Quizá las ayudas habrían sido objeto de contenciosos, quizá los habrían ganado o quizá los habrían perdido. Ninguno de los responsables estaría hoy desfilando ante el TS. Y habría, por supuesto, más prejubilados felices de los que hay.

Preferiría que los imputados fueran mangantes en grado superlativo, al estilo Gürtel. El político que manga por avaricia es muy distinto al político que, ideando tramas de mangancia, no manga él mismo. El primero es una enfermedad pasajera del sistema; el segundo, una enfermedad crónica. El primero se desentiende de los fines últimos de la política para aprovecharse de sus medios. El segundo, en cambio, reinterpreta esos mismos fines y pergeña los medios adecuados para alcanzarlos. Los imputados no han mangado porque no se trataba de mangar, sino de hacer política, determinada política. Los imputados son, ante todo, ideólogos atrapados en sus propios ideologemas. Es evidente que Chaves o Griñán conocían el desbarajuste, pero lo interpretaron como un mal necesario o un efecto secundario indeseado, problemillas que podrían ser resueltos en su momento, andando el tiempo.

Asistiendo a este happening político-judicial, cabe preguntarse qué queda del PSOE andaluz originario, ese partido donde militaba gente que provenía del mundo real, políticos que gastaban la suela de los zapatos pateando la calle. Antes de convertirse en una especie de Leviatán solipsista y aparatocrático, el PSOE fue un partido ilustrado, más partidario de seducir a los ciudadanos que de sobornarlos. Imagino a los supervivientes de aquella época -hoy en el más completo ostracismo político- avergonzados por el espectáculo: no hay mayor dolor que recordar los tiempos felices en la miseria.


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