martes, 17 de marzo de 2015

De lectura inexcusable. SÓLO EL PSOE SOBRA.


Ni en política ni en economía Andalucía puede asimilarse a la normalidad de esa España 


SI la política fuera cálculo racional, todo debería ser, en Andalucía, muy sencillo. La región es feudo de una cosa caciquil llamada PSOE: que es tanto partido político cuanto mafia que distribuye beneficios a los fieles, ninguneo a los enemigos. Dejadas de lado retóricas y demagogias, en mayor o menor medida grandilocuentes, ningún partido político andaluz –ninguno– debiera tener hoy prioridad más urgente que depurar a la banda que acumuló, en paralelo, saqueo y ruina. Y que, al poner en pie el control caciquil más perfecto que haya conocido la España contemporánea, corrompió la ciudadanía hasta hacerla desaparecer como potencia autónoma. Las múltiples variedades de subvención y sustracción de fondos públicas, desarrolladas por gobierno autónomo socialista y sindicatos locales, han reducido estratos enteros de la población andaluza a la triste condición de un vasallaje benévolamente mantenido. 

No son criterios de derecha ni de izquierda los que exigen sacar al Sur de esa hecatombe que hace que en los cuatro últimos decenios –con la excepción de las pocas provincias que lograron quitarse la tutela socialista de encima– Andalucía no haya hecho otra cosa que agrandar el abismo que separa su economía de la de una España moderna. Romper eso es un necesidad en la cual se juega la supervivencia colectiva. No se puede llegar más hondo en el empobrecimiento ni en la podredumbre de lo que los sucesivos gobiernos socialistas han llegado. No es al PP a quien interesa quebrar esa espiral implosiva. No es a Ciudadanos ni a Podemos. Es a todos. En la propia Andalucía, como fuera de ella. Porque el agujero andaluz amenaza con llevarse toda posibilidad de recuperación seria en España por delante. 

El peor error que puede cometerse en política es el de la abstracción: jugar a hacer como que todas las elecciones y todas las geografías son iguales. Lo son, tal vez, para quien se complazca en esa suplencia de religión llamada ideología. No, para quien afronte el análisis material de cada envite. En el resto de España, las alternancias en el poder de los grandes partidos dan hoy sobre un juego de recomposición cuyas alianzas serán, sin duda, móviles y poco previsibles en los próximos años. Pero, ni en política ni en economía, Andalucía puede asimilarse a la normalidad de esa España. En Andalucía, un régimen dudosamente democrático ha torcido todos los automatismos que garantizan el funcionamiento libre de una democracia. Y allí, cualquier alianza debería ser juzgada legítima, siempre que excluya al PSOE del poder. Por una temporada lo bastante larga como para que sea posible desmantelar ese engranaje endemoniado de clientelismo que es el verdadero aparato del Estado en el Sur de España. Un aparato para el cual no rigen ni la ley ni los tribunales. Un aparato primorosamente cualificado para sabotear todos los controles. Y para virar al negro todas las ayudas. 

Eso puso en pie la gente de González hace casi cuarenta años. Eso sigue siendo hoy nuestra vergüenza.



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