domingo, 22 de febrero de 2015

La ruina de apellidarse Gómez. Recomendado: Lo que es se ve. Al margen de la suerte de Chaves y Griñán, los ERE retratan a los altos tribunales y a Susana Díaz.... la Presidenta, apadrinada por los dos primeros imputados y cuyo paseíllo condicionará la negociación de pactos; ¿El TS + TSJA ganando tiempo? = aparta de mi ese cáliz.....y de oca a oca y tiro por que me toca; ¿ahora ya no son aforados?

Una oscilante línea roja que decapita a Gómez y ata al escaño a los expresidentes de la Junta y del PSOE envueltos en el mayor episodio de corrupción de una administración. El PSOE recula con los que gozan de bula. Echando mano del título de Oscar Wilde, es «La importancia de llamarse Ernesto» o la ruina de apellidarse Gómez (Tomás). ....



..«Nosotros, con la corrupción, asumimos responsabilidades, decimos la verdad y tomamos decisiones». Alardear de «conciencia tranquila», como se arroga Chaves, retrotrae al pasaje de Los miserables en la que Víctor Hugo define a aquellos personajes parasitarios que gozan de «la alegría de sentirse irresponsables y de que pueden devorarlo todo sin inquietud». No cabe duda de que, en su caso, la existencia determina.



Irrita, desde luego, que dos parlamentarios por supuestos delitos no cometidos en función de tales sean enjuiciados por un tribunal a su medida, además de comparecer cuando menos importune al partido que los ampara. Pero no encrespa menos que los imputados arguyan que lo que figura en la citación (su imputación) no es tal. Vendrían a ser meros testigos de los saqueos que afianzaron un poder del que se valen para buscar impunidad de vacas sagradas dentro de un sistema de castas en el que la Justicia siente vértigo cuando andan por medio aquellos de los que pende sus carreras. Ya no hay que indicarles a los togados lo que han de hacer, como grabaron a González en plática fraterna con el otrora presidente de la Audiencia Nacional, Clemente Auger. A este respecto, conviene plantear: ¿Qué debe imperar en un Estado de Derecho: el privilegio de un partido a que su campaña no se vea interferida por el paseíllo judicial de quienes han encarnado sus siglas o la potestad de saber qué ocurrió con los 855 millones de euros del fraude de los ERE?





Parece aconsejable que, al ir a votar, esté aclarado si «escandalosamente se otorgaban a personas que no tenían derecho, creándose una especie de clientelismo en torno al PSOE y a la Junta». como estima la instructora de un sumario que radiografía un envilecimiento imposible sin el concurso de los dos expresidentes, la decena de exconsejeros y la veintena de altos cargos procesados? ¿Cómo el Tribunal Supremo que reprochó a la juez Alaya, por medio de su presidente Moliner, su parsimonia, desdeñando que no son episodios de agio puntuales, sino una pandemia, frene el sumario cuando llega a sus manos, y se pliegue al interés de los investigados?

 Con lo puntillosos que son sus señorías, ¿cómo va su Sala de Libramientos a sentenciar a dos expresidentes del PSOE tras redimir del estigma de sentarse en el banquillo al exsecretario de Organización, dejándole Blanco sin mácula? ¡Por los clavos de Cristo! Ávidos de apartar ese cáliz, ganan tiempo para que Chaves no acuda a la reelección y Griñán decaiga como senador autonómico tras el 22-M. Jubilados y jubilosos, el pleito de los ERE retornaría a la casilla de partida, como en el juego de la oca.



Excluidos de las listas electorales,otro tanto acaecerá con los exconsejeros que hacen antesala en el TSJA. Su presidente, Lorenzo del Río, resoplará más aliviado si cabe que sus colegas del Supremo al derivar la causa a la vía ordinaria. De esta guisa, aquí paz y después gloria. Se echará tierra encima, cubriéndose el trámite, por usar la expresión del presidente de los jueces, Carlos Lesmes. Mientras, el dinero de los ERE se evapora cual éter y sin resarcimiento. Tal crimen sin castigo allanará el camino a más desmanes que engrosen el Libro Negro de la Autonomía.





Por estar en su sitio, Alaya concita la inquina de logreros y de aquellos otros a los que pone en evidencia.

Mercedes Alaya, la luez de impecable trayectoria profesional que el PSOE quiere doblegarRomance para la resistencia de Alaya


..... Si los andaluces no penalizan la corrupción, no será porque no sepan que el dinero del paro ha sido lucrativo negocio para prebendados. Ya ponderó Popper que «la verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino negarse a adquirirlo».

Minúsculos son los deshilvanes de Alaya en contraste con los descosidos ajenos. Más cuando, sola ante el peligro, afronta los embates de consejeros y las tarascadas de abogados que se ajustan a la descripción que hace Mario Puzo, por boca de Vito Corleone, en El Padrino: «Con su maleta pueden robar más que cien hombres con pistolas». En el juego sucio descuella el letrado, apartado de la política por beneficiarse del Jaguar de un saqueador público, que asiste a Griñán. Muestra lo que es en el defensor que tiene, cuya minuta corre por cuenta del contribuyente que paga doble la factura de la corrupción. Este turbio asunto de los ERE puede acabar dando la razón a lo dicho por Catón: «Los ladrones de lo privado pasan su vida en la cárcel y con grilletes, los ladrones de lo público en el oro y el lujo».


Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía




El dinero público, no es de los políticos, pertenece a los ciudadanos; hay que exigirles responsabilidades por su gestión; con los fraudes de los EREs, de Formación, IDEA, Invercaria, Empresas Públicas....sabemos que los "gogernantes junteros" con sus normas "ad hoc" "han eliminado los controles"  ; los hechos ya hablan por si mismos:  ¿Hay un expolio institucionalizado y generalizado de fondos públicos?  el  22 M, construye, y vota responsablemente por  el bien común,  di no al "Regimen".






La ruina de apellidarse Gómez. Recomendado.





AQUEL ÚLTIMO domingo de octubre de 2009, al poco de removerlo Zapatero del palacio de San Telmo, el vicepresidente tercero Chaves sufrió una de esas lagunas mentales que lo maltrae. Borró de la memoria el apellido de quien clausuraba el cónclave del Partido Socialista de Madrid presentándolo como «Tomás..., y no digo más». Desde esa jornada, mortifica a ambos (a uno por el lapsus y a otro por el fiasco electoral) una muletilla que ha cobrado novedad con la defenestración de Invictus Gómez.


Pero la cosa no acabó con el ajuste de cuentas, sino que ha ido más después de que la imputación de Chaves y Griñán por la estafa de los ERE no haya obrado iguales secuelas que para «...Y no digo más» la simple conjetura de que pueda ser encausado por el tranvía de Parla. Una oscilante línea roja que decapita a Gómez y ata al escaño a los expresidentes de la Junta y del PSOE envueltos en el mayor episodio de corrupción de una administración. El PSOE recula con los que gozan de bula. Echando mano del título de Oscar Wilde, es «La importancia de llamarse Ernesto» o la ruina de apellidarse Gómez (Tomás).

Si en la susodicha asamblea madrileña Chaves fanfarroneó de tener oído fino para escuchar a la gente, ahora hace oídos sordos y echa en saco roto lo que profirió aquel otoñal mediodía: «Nosotros, con la corrupción, asumimos responsabilidades, decimos la verdad y tomamos decisiones». Alardear de «conciencia tranquila», como se arroga Chaves, retrotrae al pasaje de Los miserables en la que Víctor Hugo define a aquellos personajes parasitarios que gozan de «la alegría de sentirse irresponsables y de que pueden devorarlo todo sin inquietud». No cabe duda de que, en su caso, la existencia determina.

Doña Cuaresma cogió desprevenido a Don Carnal con el auto del Supremo sobre Griñán y Chaves

Irrita, desde luego, que dos parlamentarios por supuestos delitos no cometidos en función de tales sean enjuiciados por un tribunal a su medida, además de comparecer cuando menos importune al partido que los ampara. Pero no encrespa menos que los imputados arguyan que lo que figura en la citación (su imputación) no es tal. Vendrían a ser meros testigos de los saqueos que afianzaron un poder del que se valen para buscar impunidad de vacas sagradas dentro de un sistema de castas en el que la Justicia siente vértigo cuando andan por medio aquellos de los que pende sus carreras. Ya no hay que indicarles a los togados lo que han de hacer, como grabaron a González en plática fraterna con el otrora presidente de la Audiencia Nacional, Clemente Auger. A este respecto, conviene plantear: ¿Qué debe imperar en un Estado de Derecho: el privilegio de un partido a que su campaña no se vea interferida por el paseíllo judicial de quienes han encarnado sus siglas o la potestad de saber qué ocurrió con los 855 millones de euros del fraude de los ERE?

Parece aconsejable que, al ir a votar, esté aclarado si «escandalosamente se otorgaban a personas que no tenían derecho, creándose una especie de clientelismo en torno al PSOE y a la Junta», como estima la instructora de un sumario que radiografía un envilecimiento imposible sin el concurso de los dos expresidentes, la decena de exconsejeros y la veintena de altos cargos procesados? ¿Cómo el Tribunal Supremo que reprochó a la juez Alaya, por medio de su presidente Moliner, su parsimonia, desdeñando que no son episodios de agio puntuales, sino una pandemia, frene el sumario cuando llega a sus manos, y se pliegue al interés de los investigados?

Con lo puntillosos que son sus señorías, ¿cómo va su Sala de Libramientos a sentenciar a dos expresidentes del PSOE tras redimir del estigma de sentarse en el banquillo al exsecretario de Organización, dejándole Blanco sin mácula? ¡Por los clavos de Cristo! Ávidos de apartar ese cáliz, ganan tiempo para que Chaves no acuda a la reelección y Griñán decaiga como senador autonómico tras el 22-M. Jubilados y jubilosos, el pleito de los ERE retornaría a la casilla de partida, como en el juego de la oca.

Buscan impunidad de 'vacas sagradas' dentro de un sistema de castas en el que la Justicia siente vértigo

Excluidos de las listas electorales, otro tanto acaecerá con los exconsejeros que hacen antesala en el TSJA
. Su presidente, Lorenzo del Río, resoplará más aliviado si cabe que sus colegas del Supremo al derivar la causa a la vía ordinaria. De esta guisa, aquí paz y después gloria. Se echará tierra encima, cubriéndose el trámite, por usar la expresión del presidente de los jueces, Carlos Lesmes. Mientras, el dinero de los ERE se evapora cual éter y sin resarcimiento. Tal crimen sin castigo allanará el camino a más desmanes que engrosen el Libro Negro de la Autonomía.
Al margen de la suerte de Chaves y Griñán, los ERE retratan a los altos tribunales y a Susana Díaz. Sin aguardar siquiera a la llegada del Miércoles de Ceniza para dar tiempo a quitarse las máscaras de Carnaval, Doña Cuaresma cogió desprevenido a Don Carnal el pasado martes con el inesperado auto sobre Chaves y Griñán. Dígase lo que se quiera, es un obús en la línea de flotación de la Presidenta, apadrinada por los dos primeros imputados y cuyo paseíllo condicionará la negociación de pactos.

Sus golpes de pecho y vestiduras rasgadas intentan cubrir su pavorosa inacción contra una corrupción sistémica que carga sobre sus hombros, como Atlas lo hacía con el peso del mundo, para que no se desplome y la aplaste con estrépito el tinglado que sostiene la hegemonía de décadas del PSOE. Cuanto más chilla y promete contra la corrupción, menos hace. Ojalá se tuviera el recato de no prometer más de lo que pretende llevar a cabo.

Es un sarcasmo aseverar que, sobre las imputaciones, «no me he movido un milímetro de lo que pienso ni me voy a mover». Tan voluble donna, como la de la aria de Rigoletto, se halla en la otra punta de lo que se dijo creyendo que el Supremo daría carpetazo sin guardar las apariencias. 

Resulta tan extravagante su negación como la de ese necio clérigo saudí, el jeque Bandar al Jaibari, de que «la Tierra está quieta, no se mueve». Es el hazmerreír del mundo en la red al refutar el hallazgo heliocéntrico de Galileo: «Eppur si muove».

Viendo cómo se municionan contra ella, la tropelía de los ERE puede acarrearle a Alaya el paradójico fin de Wilde. Coincidiendo con su exitoso estreno de La importancia de llamarse Ernesto, donde satirizó a la puritana Inglaterra victoriana, divirtiéndose con el sentido doble de palabras y acciones, ese 1895 trajo la caída de quien puso en la picota la hipocresía de esa sociedad. Por estar en su sitio, Alaya concita la inquina de logreros y de aquellos otros a los que pone en evidencia.

Enfrentada a tirios y troyanos, hay quienes le endilgan incluso que su tarea no servirá de nada: los andaluces votarán cual acémila de noria. ¿Como si a la juez no le bastara con esclarecer los ERE como para contraer cefaleas añadidas descifrando otro enigma? Si los andaluces no penalizan la corrupción, no será porque no sepan que el dinero del paro ha sido lucrativo negocio para prebendados. Ya ponderó Popper que «la verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino negarse a adquirirlo».

Minúsculos son los deshilvanes de Alaya en contraste con los descosidos ajenos. Más cuando, sola ante el peligro, afronta los embates de consejeros y las tarascadas de abogados que se ajustan a la descripción que hace Mario Puzo, por boca de Vito Corleone, en El Padrino: «Con su maleta pueden robar más que cien hombres con pistolas». En el juego sucio descuella el letrado, apartado de la política por beneficiarse del Jaguar de un saqueador público, que asiste a Griñán. Muestra lo que es en el defensor que tiene, cuya minuta corre por cuenta del contribuyente que paga doble la factura de la corrupción. Este turbio asunto de los ERE puede acabar dando la razón a lo dicho por Catón: «Los ladrones de lo privado pasan su vida en la cárcel y con grilletes, los ladrones de lo público en el oro y el lujo».

francisco.rosell@elmundo.es

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