miércoles, 21 de enero de 2015

NONADAS Idus de marzo; de lectura inexcusable. ¿Elecciones, en marzo?; esto es casi pasado mañana;de pronto nos enteramos todos de que el gobierno bipartito carece de estabilidad.

Si algo ha caracterizado esta legislatura es su pasmosa atonía. Se deduce que gobernar Andalucía consiste, en lo esencial, en no hacer mudanza.

Sonrisa naranja imprescindible.


VIÑETA 21 DE ENERO DE 2015
 Idígoras y Pachi



PARECE QUE HABRÁ adelanto electoral en Andalucía. Las elecciones autonómicas se celebrarán en marzo, esto es, casi pasado mañana. De pronto nos enteramos todos de que el gobierno bipartito carece de estabilidad. Es sorprendente: no recuerdo una sola iniciativa parlamentaria, un solo decreto o una sola votación en la que haya fallado la coalición. En algunas ocasiones ha habido desavenencias, pero insignificantes y efímeras. En lo sustancial, PSOE e IU han sido mutuamente leales durante estos últimos tres años: ni han gobernado ni han desgobernado la comunidad, sino todo lo contrario. Valderas y Díaz han practicado un sorprendente tancredismo político. Si algo ha caracterizado esta legislatura es su pasmosa atonía. Se deduce que gobernar Andalucía consiste, en lo esencial, en no hacer mudanza. De hecho, el principal logro político de Susana Díaz ha consistido en no alterar sustancialmente el statu quo: no ha habido reforma de una administración elefantiásica, ni se han suprimido las puertas giratorias, ni se ha modificado la relación del poder político con la ciudadanía. Los chiringuitos paralelos siguen siendo paralelos, aunque algunos hayan cambiado sus nombres. Se decretan recortes diversos según el principio de las lentejas. Se ningunea a los funcionarios públicos sometiéndolos a sofisticadas sevicias. Más o menos como siempre, pero más desagradablemente.

Susana Díaz adelanta las elecciones porque confía en ganarlas. Hace tiempo uno podría preguntarse quién en Andalucía no era un potencial votante del PSOE andaluz. Hoy, en cambio, cabría formularse la pregunta contraria: ubi sunt. Quizá Susana Díaz espera que el efecto Podemos se convierta en un boomerang electoral. El voto que huye hacia los coletistas volverá al susanismo a poco que nuestra elocuente lideresa persuada a los tránsfugas con sus admoniciones apocalípticas. Obviamente, Díaz no repara en que el radicalismo de Podemos apunta a ese otro radicalismo que se practica, desde hace varios años, desde el poder político. Intentar presentar la política del gobierno andaluz como moderada es lo mismo que enviar a alguien un e-mail insultante y rematarlo con un simpático emoticón. No cuela. Ya no cuela. 

Es probable que Susana Díaz quiera que haya una alta abstención. Gracias a la abstención, el PSOE ganó en Andalucía las últimas elecciones europeas. Se trata de un elemental razonamiento algorítmico: si el que no me vota se abstiene, en realidad me vota indirectamente gracias a la ley electoral. De hecho, el disidente o el descontento ideales son los abstencionistas. El abstencionista no perturba las estadísticas ni las previsiones. Al contrario, las hace más fiables. El problema es que los abstencionistas de antaño ya no son tantos como hogaño: de nuevo el efecto Podemos, que se extiende a otros partidos ajenos a la partitocracia decadente. 

Celebro, en fin, que se convoquen estos idus de marzo en los que habrá más de un óbito político. Confieso que no espero nada de nada. Y es que esperar siempre duele, como escribió Shakespeare. Y más en Andalucía. 

JUAN ANTONIO RODRÍGUEZ TOUS 


http://www.elmundo.es/andalucia/2015/01/21/54bf60d4268e3e9c278b456f.html

http://www.elmundo.es/andalucia/2015/01/21/54bf6092268e3e8b278b456b.html






NONADAS

Idus de marzo




PARECE QUE HABRÁ adelanto electoral en Andalucía. Las elecciones autonómicas se celebrarán en marzo, esto es, casi pasado mañana. De pronto nos enteramos todos de que el gobierno bipartito carece de estabilidad. Es sorprendente: no recuerdo una sola iniciativa parlamentaria, un solo decreto o una sola votación en la que haya fallado la coalición. En algunas ocasiones ha habido desavenencias, pero insignificantes y efímeras. En lo sustancial, PSOE e IU han sido mutuamente leales durante estos últimos tres años: ni han gobernado ni han desgobernado la comunidad, sino todo lo contrario. Valderas y Díaz han practicado un sorprendente tancredismo político. Si algo ha caracterizado esta legislatura es su pasmosa atonía. Se deduce que gobernar Andalucía consiste, en lo esencial, en no hacer mudanza. De hecho, el principal logro político de Susana Díaz ha consistido en no alterar sustancialmente el statu quo: no ha habido reforma de una administración elefantiásica, ni se han suprimido las puertas giratorias, ni se ha modificado la relación del poder político con la ciudadanía. Los chiringuitos paralelos siguen siendo paralelos, aunque algunos hayan cambiado sus nombres. Se decretan recortes diversos según el principio de las lentejas. Se ningunea a los funcionarios públicos sometiéndolos a sofisticadas sevicias. Más o menos como siempre, pero más desagradablemente.
Susana Díaz adelanta las elecciones porque confía en ganarlas. Hace tiempo uno podría preguntarse quién en Andalucía no era un potencial votante del PSOE andaluz. Hoy, en cambio, cabría formularse la pregunta contraria: ubi sunt. Quizá Susana Díaz espera que el efecto Podemos se convierta en un boomerang electoral. El voto que huye hacia los coletistas volverá al susanismo a poco que nuestra elocuente lideresa persuada a los tránsfugas con sus admoniciones apocalípticas. Obviamente, Díaz no repara en que el radicalismo de Podemos apunta a ese otro radicalismo que se practica, desde hace varios años, desde el poder político. Intentar presentar la política del gobierno andaluz como moderada es lo mismo que enviar a alguien un e-mail insultante y rematarlo con un simpático emoticón. No cuela. Ya no cuela.
Es probable que Susana Díaz quiera que haya una alta abstención. Gracias a la abstención, el PSOE ganó en Andalucía las últimas elecciones europeas. Se trata de un elemental razonamiento algorítmico: si el que no me vota se abstiene, en realidad me vota indirectamente gracias a la ley electoral. De hecho, el disidente o el descontento ideales son los abstencionistas. El abstencionista no perturba las estadísticas ni las previsiones. Al contrario, las hace más fiables. El problema es que los abstencionistas de antaño ya no son tantos como hogaño: de nuevo el efecto Podemos, que se extiende a otros partidos ajenos a la partitocracia decadente.
Celebro, en fin, que se convoquen estos idus de marzo en los que habrá más de un óbito político. Confieso que no espero nada de nada. Y es que esperar siempre duele, como escribió Shakespeare. Y más en Andalucía.

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