miércoles, 5 de noviembre de 2014

A VUELTA DE PÁGINA La donna è mobile.

...esquiva la espada de la Justicia que pende de un hilo como la de Damocles. Lo prueba su afán de eludir que la juez Alaya instruya el saqueo de la Formación. Hay metralla para que, si explota, pueda malherirla.




A VUELTA DE PÁGINA
La donna è mobile



IDÍGORAS Y PACHI




LAS LUNAS de miel, por su esencia, suelen ser cortas. Más en política. De la noche a la mañana, en pos del poder, se puede ir todo al garete y desatarse una guerra como la de «los Rose». Aquella trifulca de película entre Michael Douglas y Kathleen Turner, quienes encarnan a un modélico matrimonio que se desmorona abruptamente. Librando una pelea a brazo partido, mutan en un par de psicópatas que, por apoderarse del hogar conyugal, sepultan la casa en ruinas.

Verdad es que entre Susana Díaz y Pedro Sánchez no ha habido flechazo ni, por consiguiente, luna de miel. Pero sí un maridaje de circunstancias después de que Eduardo Madina desafiase el imperativo de Díaz de ser entronizada por aclamación sin afrontar unas primarias como soslayó para ser la Reina del Sur. Por vengarse de Madina, inclinó el fiel de la balanza en favor de un donnadie como fue Zapatero hasta que la confabulación de enemigos de Bono le franqueó el paso. Es tan obvio que Sánchez no sería secretario general ni en sueños sin el aval de Díaz como que aquél no le va a mantener el asiento caliente a la presidenta andaluza ni a soltar el hueso, por más patadas que le pegue sin perder su sonrisa de cimitarra. Habrá de sobrellevar los envites de su patrocinadora con paciencia socrática.

Quien se volvió a Sevilla perdió su silla en Madrid después de que Díaz apartara la cara para no recibir las tortas destinadas a un PSOE en horas bajas y prefirió que se la partieran a Sánchez. Haciendo de la necesidad virtud, habla de que no podía traicionar su compromiso con los andaluces. Atendiendo a la fábula de la zorra de Esopo, resolvió que las uvas estaban verdes. O, como bromeaba Woody Allen, «no formé parte del equipo de rugby por culpa de mi estatura».

Tan obvio como que Sánchez no sería secretario sin Díaz como que aquél no le va a mantener el asiento caliente

Atrincherada en sus aposentos del Palacio de San Telmo, la situación se le complica después de tocar el cielo con las manos. Ha disipado ocasiones óptimas para anticipar los comicios autonómicos. Por dos veces hizo amago para dejar de ser, al fin, presidenta por el dedo gracioso de Griñán y ambas retrocedió. Primero, en abril, cuando retiró las competencias sobre adjudicación de viviendas a su socio IU, lo que le granjeó el aplauso conservador, para desdecirse en horas 24. A renglón seguido, con el partido movilizado para ir a las urnas en octubre, reculó por un sondeo de la SER firmada por la directora del CIS con Zapatero, Belén Barreiro, alertando del campanazo de Podemos y de cómo éstos llenan el zurrón de votos socialistas. Aún queda febrero, pero nadie, en su sano juicio, atisbaría esa posibilidad con la plataforma de Pablo Iglesias demoscópicamente hegemónica dentro la izquierda.

En su particular juego de tronos, Díaz no desiste de la secretaría general y de La Moncloa, por lo que acecha a Sánchez poniéndole fecha de caducidad a los cien días y esperando a las municipales para ajustarle las tuercas. De ahí su comparecencia madrileña con gran aparato y ceremonia del miércoles. Tras garantizarse que ninguna pregunta versara sobre la corrupción que le afecta se despachó con unos corteses elogios al ausente Sánchez, quien a esa hora se las tenía tiesas con Rajoy en el Congreso de los Diputados.

Con tales amistades, quién precisa enemigos. Limitarse a desearle que «le vaya bien», reservándose sus cartas, es colocar al pie de los caballos a un secretario general al que no le llega la camisa al cuello. Natural que Sánchez yerre por arrobas -no ha llegado ahí por su mérito, capacidad o trayectoria-, por lo que Díaz a duras penas compartirá «todas sus decisiones y él lo sabe». Cosa diferente -y nada leal- es que ella, por sistema, tome la dirección diametralmente opuesta.

Cuando Sánchez, en su primer comité federal, atacó el populismo de Podemos, el secretario de Organización andaluz, Juan Cornejo, secundando directrices de Díaz, de viaje en Rabat, se desmarcó con que él no lo tildaría de tal a un grupo votado por los ciudadanos, como si lo uno legitimara lo otro. Al cabo, Díaz lanzaba esta semana una andanada contra quienes, por no ser ni de derechas ni de izquierdas, según enfatizó, la retrotraían al franquismo. Ítem más. La presidenta que preconizó un pacto con Rajoy contra la corrupción lo sabotea por negociarlo Sánchez. Da a entender -al margen de la opinión que merezca tal iniciativa- que es su firma la que lo hace bueno. Ahora lo denuesta porque no es hora de palabras ni de avenencias, como si ella hiciera más cosa que aspavientos contra esa lacra sistémica.

Díaz enreda a Sánchez como Guerra a Borbolla cuando el otrora presidente le reclamaba que le marcara una raya para saber a qué atenerse y finiquitar discordias. El émulo del conde-duque de Olivares en la Corte de Felipe González le replicó cáustico que era inútil porque esa línea era tan variable como su carácter. Para Sánchez, es la donna mobile del aria que Verdi incluyó en su Rigoletto por mor de un tenor que le urgió una romanza que le hiciera destacar. Esta prima donna busca destellar a costa de oscurecer a quien dice profesar un cariño que mata como pocos.

En su particular 'juego de tronos', Díaz acecha a Sánchez poniéndole fecha de caducidad a los cien días

Como aceleró la agonía de Rubalcaba e impide ahora que Sánchez vuele por su cuenta, Díaz aplica sesiones de ducha escocesa al aguardo de una segunda oportunidad. Entre tanto, demanda los focos capitalinos tras decaer como referente principal del PSOE y otear cómo, por muy débil que sea el liderazgo de Sánchez, mengua su protagonismo. Luego de comerle en la mano los señores del IBEX 35, en su desayuno de esta semana, concurrido sin duda, fue apreciable el hueco de éstos, cubierto con señeros socialistas sin poder real.

A guisa de plan PIVE, reactiva su figura con un plan Bono 2, con su edecán, Máximo Díaz Cano, hogaño mano derecha de aquel tejiendo una red de protección como la del exministro, aunque evitando que sus afanes se anclen en la hornacina presidencial del retablo del Congreso o como ministra de Defensa, al igual que Bono con Zapatero. Siguiendo el manual de interpretación del albaceteño, esboza esa imagen dicharachera y cercana, como si conociera de toda la vida a quien le presentan, y calca el discurso trasversal de aquel, de suerte que blasona de «roja». Al tiempo, se reconoce en el espejo editorial de un diario conservador en pos del electorado tradicionalista, al que Bono engatusaba regalando su reloj en sus paseos por la llanura manchega.

Si antaño se especulaba sobre cuándo Bono cruzaría el Tajo al asalto de Madrid, es indudable que Díaz ha puesto casa en Madrid y usa Andalucía para presumir de terrateniente en el yermo socialista. Su tentativa será factible mientras su nula gestión no le pase factura al mando de un Ejecutivo manifiestamente mejorable y que confeccionó para que brillar ella sóla. Amén, esquiva la espada de la Justicia que pende de un hilo como la de Damocles. Lo prueba su afán de eludir que la juez Alaya instruya el saqueo de la Formación. Hay metralla para que, si explota, pueda malherirla.

De momento, Rajoy arrojó el miércoles delante de ese polvorín, a modo de aviso, una cerilla apagada que conservaría de su época de fumador de puros. A unos pasos del hotel donde Díaz se jactaba de ser martillo de corruptos teniendo a su vera a Chaves, le mentaba a Sánchez los 125 imputados del fraude de los ERE y que los dos últimos presidentes del PSOE están pendientes del Tribunal Supremo. «¿Ha pedido a Chaves y Griñán que se vayan o no le deja Díaz?», le espetó a quien discierne que muchas cuitas provienen en Andalucía, bien por corrupción, lo que invalida su discurso, bien de quien la manda, su particular dama de los camelos, capaz de envolver en su sonrisa una navaja cabritera. Pese a ello, pronto aparecerán simulando la paz que no hay y la concordia que no existe. Pura ópera bufa.

francisco.rosell@elmundo.es

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