lunes, 13 de octubre de 2014

El beso de la complicidad... una imagen vale más que mil palabras; Corrupción institucionalizada = ¿crimen organizado en Andalucía?= saqueo del dinero publico de todos ¿¿???

.... existe evidencia gráfica de  la conchabanza entre la Junta y los sindicatos que ha posibilitado que la Piovra de la corrupción institucionalizada -otro método de crimen organizado, según el Fiscal Superior, Jesús García Calderón- atrape Andalucía y cuyos pormenores desbordan los titulares de periódico para tomar cuerpo de letra en el papel timbrado de los juzgados. Esa instantánea, captada con gran sentido de la oportunidad por Fernando Ruso en el festín del Día de Andalucía de 2011, recoge el momento en el que el presidente Griñán planta un ósculo en la coronilla de Manuel Pastrana cuando el jerarca de UGT charlaba animoso con la consejera de Presidencia, Susana Díaz, a la que el escándalo de las «facturas falsas» de UGT puede complicarle la vida tras la providencia judicial requiriendo las ayudas hasta 2013.


IDÍGORAS Y PACHI

Tal grado de intimidad, sin que aún se hubiera destapado una financiación ilegal que este diario pormenorizó en el verano de 2013, simbolizaba la concurrencia de intereses por la que estos agentes sociales operaban como agentes electorales del PSOE, garantizándole una paz social a cambio de atiborrar la andorga. Percibiendo fondos a caño roto, les creció el ojo llenándose de codicia y propició la extensión de la podredumbre.

Gracias compañeros por el envío y comentario.
  • ¿Quién está delante de Pastrana, El Besado? ¿la conocéis?
  • ..o qué había tras ese beso en la tonsura????
  • "...Pero un beso de amor..... No se lo da a cualquiera..." (Manolo Escobar)


http://www.elmundo.es/andalucia/2014/10/12/543a3abbe2704ebf7e8b4571.html


A VUELTA DE PÁGINA


El beso de la complicidad


IDÍGORAS Y PACHI

MUCHOS RÍOS de tinta han discurrido sobre el supuesto beso entre quien encarnó el poder en Italia hasta derruirse Tangentópolis, Giulio Andreotti, siete veces Presidente y veinte ministro, y el sanguinario jefe de Cosa Nostra, Toto Riina, condenado a 13 penas de cadena perpetua, sellando el pacto del diablo entre el Estado y la Mafia que borró la frontera entre la ley y el delito. El chasquido casi imperceptible que el mafioso habría depositado en la mejilla de Il Divo es la escena capital de la película de ese título en la que Sorrentino retrata a quien, según la Corte de Apelación, sostuvo «una auténtica, estable y amistosa disponibilidad (...) hacia los mafiosos hasta la primavera de 1980», pero que se fue de rositas por prescripción del delito, al igual que eludió otros por faltar pruebas.
«¿Usted me ve besando a Andreotti?», objetó el capo Riina al ser inquirido, mientras proclamaba su consideración por «un caballero» en cuyo modo de hacer política se reconocía. Al margen de la plasmación afectiva de esa confabulación -se ironizaba con que no cuadraba en un Andreotti que, si acaso, besó, en su vida, un par de veces a su esposa-, pocas incógnitas se albergan de que la Piovra, el pulpo gigante que designa a la Mafia, se adueñó del Estado y lo aprisionó entre sus tentáculos.
Pero, si no existe evidencia gráfica de aquella complicidad, sí que la hay -verdadero retrato de época- de la conchabanza entre la Junta y los sindicatos que ha posibilitado que la Piovra de la corrupción institucionalizada -otro método de crimen organizado, según el Fiscal Superior, Jesús García Calderón- atrape Andalucía y cuyos pormenores desbordan los titulares de periódico para tomar cuerpo de letra en el papel timbrado de los juzgados. Esa instantánea, captada con gran sentido de la oportunidad por Fernando Ruso en el festín del Día de Andalucía de 2011, recoge el momento en el que el presidente Griñán planta un ósculo en la coronilla de Manuel Pastrana cuando el jerarca de UGT charlaba animoso con la consejera de Presidencia, Susana Díaz, a la que el escándalo de las «facturas falsas» de UGT puede complicarle la vida tras la providencia judicial requiriendo las ayudas hasta 2013.
Tal grado de intimidad, sin que aún se hubiera destapado una financiación ilegal que este diario pormenorizó en el verano de 2013, simbolizaba la concurrencia de intereses por la que estos agentes sociales operaban como agentes electorales del PSOE, garantizándole una paz social a cambio de atiborrar la andorga. Percibiendo fondos a caño roto, les creció el ojo llenándose de codicia y propició la extensión de la podredumbre.
Con su gran autoridad en la materia, Andreotti bromeaba con que «es pecado pensar mal de los otros, pero con frecuencia se acierta», y tanto. Basta leer el escrito de la Fiscalía Anticorrupción en el que recaba al juez imputar a sus exsecretarios generales Pastrana y Fernández Sevilla, tras verificar que «prácticamente todos los gastos estructurales de UGT» se sufragaban con las subvenciones de la formación laboral. Para el enjuague, se proveyeron de un arsenal de medios arteros ya anticipados por este diario y merecedores de figurar en un Museo de la Picaresca. Los sindicatos, necesarios en sus fines, pero execrables en sus usos, se han maleado en gorronas burocracias que se ejercitan en el latrocinio de los bienes comunales. Es impensable de todo punto que este fraude sistemático no gozara del beneplácito oficial, al igual que, en la Venecia del XVIII, los ladrones tenían derecho a reservarse una parte del alijo si comparecían ante la Policía. Sus autoridades entendían que ello «favorecía entre el pueblo la práctica de una actividad ingeniosa, inteligente y sagaz».
Después de que, en la Transición, se cediera a UGT y CCOO un gigantesco patrimonio y les dispensaran gabelas para ponerlos a cubierto de su pobre afiliación, era ineluctable que esa prodigalidad desatara la malversación masiva de fondos en la extinta Formación Continua en la Empresa (Forcem), en la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo y en la Concertación Social andaluza iniciada en 1993. Desentendidos los sindicados de las necesidades y apremios de sus afiliados, como apéndices de un régimen andaluz que los remunera rumboso con cargo al Presupuesto, reinstauraron, en la práctica, el sindicato vertical franquista que le reportaba una aureola social a la Dictadura y cuyos dirigentes limitaban sus exigencias a aspavientos en fervorines falangistas como los que, en democracia, capitaneaba el líder minero de UGT, José Ángel Fernández Villa, del que ahora se ha sabido que ocultó a Hacienda 1,4 millones y se acogió a la amnistía fiscal de 2012.
En este mundo de hoy, la única verdad es la mentira y se engaña hasta al médico, como la auxiliar de enfermería infectada de ébola, o al Congreso como Chaves en las interpelaciones sobre la ayuda a la empresa minera apoderada por su hija, sin que el perjurio le saque de un escaño que deshonra, pero que atornilla su aforamiento.
Es cierto que Pastrana y Sevilla no parecen haberse lucrado al nivel del asturiano Fernández Villa, echado al monte de su impostura con su pañuelo rojo anudado al cuello, pero sí que muñeron, según la Fiscalía, el canon revolucionario que luego correría con todo tipo de gastos, incluidas juergas y francachelas. Estas tropelías se favorecen cuando se particulariza lo público en provecho propio. Viendo el porte abacial de Pastrana y de cómo llegó para regenerar el sindicato hasta que éste lo degeneró a él, trae a la mente lo que una mano anónima garabateó en un celda del Palacio Ducal de Venecia: «Del hombre de fiar me libre Dios, que del que no lo sea me libraré yo». Como estrambote, Pastrana reclama ser indemnizado por unos manifestantes que, ante la sede de UGT, portaban una pancarta en la que se podía leer la siguiente inscripción: «Vuestra corrupción la pagamos nosotros». ¡Qué descaro!
Conviene advertir que la corrupción no es una fuerza impersonal, sino el corolario de decisiones personales guiadas por la avaricia. No cabe ampararse en la sociedad, como ha justificado cínicamente el presidente del Parlamento andaluz, Manuel Gracia, tratando de diluir culpas privativas, a fin de que, en medio de la polvareda, perdamos a «Doña Corrupción», como le acaeció a don Beltrán en el romancero. ¿Acaso la plaga no es atribuible a la perniciosa indulgencia y a la nula ejemplaridad de quienes están al mando, por más que no quepa contraponer una clase política corrupta y una sociedad civil sana?
La salud y prosperidad de las naciones obliga a cortar los abusos de quienes descuidan su condición de servidores públicos y asienten con que los desafueros sean moneda de libre circulación. Descorazona que estos próceres se afanen en saquear al Estado coligiendo que «no se roba a nadie cuando se roba a todos», al decir de Ramón y Cajal. Son las secuelas de arrumbar principios que contenían una codicia ahora desatada entre quienes sólo atienden a su fortuna. El desaliento mueve a gritar, como el presidente uruguayo Mújica: «¡Manga de ladrones!».
El ciudadano oscila entre la pasividad y la «cólera del español sentado», que decía Lope de Vega. Pero, bamboleándose entre la indiferencia y la indignación, se facilitará que a una calamidad la supla otra peor. Si no se rehabilita la política, mediante una catarsis, se evaporará la esperanza de curar vicios acrecentados con el automatismo con el que la mitológica Hidra de Lerna, el monstruo marino con aspecto de serpiente y aliento venenoso, multiplicaba sus cabezas cada vez que se las cortaban hasta que Heracles descubrió que había que cauterizar las heridas. Esto es lo que nadie se atreve a hacer.

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