domingo, 28 de septiembre de 2014

Pedro Pacheco.....Perdido el fuero, perdido el huevo. Conclusión: Demasiada corrupción para tan poca justicia.

Al creerse liberado de las trabas y engorros legales, Pacheco siempre ordenó los bienes municipales como patrimonio privado del que pudiera hacer y deshacer a su antojo hasta registrarse este correctivo judicial. Ello contrasta con las indulgencias y miramientos con los que han sido mimados muchos de sus detractores a los que combatió desde que, como diputado autonómico, puso sobre aviso que el cemento de la Autovía del 92 (más bien del 2002, fecha real de su conclusión) era desviado a los maletines del PSOE. Ningún juez se molestó en llamar al autor de imputaciones tan embarazosas ni el Parlamento interrumpió su sesteo. Si en el oasis catalán la revelación sobre el cobro de comisiones del 3% por Pujol y los suyos proferida por Maragall en 2005 en una réplica a Artur Mas, quedó en agua de borrajas ante la amenaza de que se fuera al garete la reforma delEstatut, aquí los socavones por falta de cemento se taparon con una capa de mantillo sobre el que brotó curiosamente una alianza de ocho años (1996-2004) entre el PSOE y el partido entonces de Pacheco (PA) para sostener a Chaves en el Palacio de San Telmo. ..... 




.....tal   rigor , del Tribunal Supremo, habría que vincularlo más con el hecho de haber afrontado el proceso sin estar aforado. De ahí que los expresidentes y exconsejeros encausados por el fraude de los ERE no se hayan desprovisto de ese privilegio y se parapeten en sus escaños como burladero frente a los embates de la Justicia. Sin olvidarse, claro, del deseo de los estrados judiciales por recomponer su figura a ojos del ciudadano por su actitud tan pasiva y contemplativa ante la corrupción y los abusos de poder, lo que ha socavado su prestigio y autoridad.



No se trata, desde luego, de hacer justicia, aunque perezca el mundo. Sí de que quien la haga, la pague y resarza lo dilapidado o directamente robado. No obstante, se comprende el abatimiento de Pacheco al ver las noticias en cascada sobre los expolios de los ERE y de la formación, así como el desvío de una parte del león de esos caudales a sociedades del PSOE en Sudamérica, sin que los capitostes del régimen entren en la cárcel ni purguen sus fechorías. Demasiada corrupción para tan poca Justicia.



http://www.elmundo.es/andalucia/2014/09/28/5427c2e3e2704ed0348b456b.html


Perdido el fuero, perdido el huevo


SIEMPRE SURGEN contingencias e imponderables que sobrepasan todos los cálculos que se puedan aventurar. Valga la broma aquella sobre la nota recogida en una revista de Astrología donde se avisaba que el previsto conciliábulo de la Sociedad de Adivinos había sido pospuesto sine die por circunstancias inadvertidas por aquel círculo de videntes. Es lo que le ha acaecido a Pedro Pacheco, un cuarto de siglo alcalde de Jerez, más los lustros de prórroga guardándose el voto de oro con intendentas del PP y del PSOE, con la sentencia del Supremo que le envía a prisión.
Tras deambular por la política como Pedro por su casa, la misma Justicia de la que dijo que era un «cachondeo», sintonizando con un sentir amplio de la ciudadanía, pone fin a su larga huida y acaba con su leyenda de «inmatable» para sus adversarios. Así lo bautizó el socialista Francisco González Cabañas, expresidente de la Diputación de Cádiz, quien procedía con él como si reencarnara a El Cidganando batallas después de muerto. Jugando con todo y con todos, incluidos sus compañeros andalucistas hasta hacer desaparecer esta fuerza política a base de capitanear guerras fratricidas y escisiones, un tema aparentemente menor -la contratación ilegal de dos conmilitones a cargo del consistorio jerezano- dará con sus huesos en la cárcel.
Al creerse liberado de las trabas y engorros legales, Pacheco siempre ordenó los bienes municipales como patrimonio privado del que pudiera hacer y deshacer a su antojo hasta registrarse este correctivo judicial. Ello contrasta con las indulgencias y miramientos con los que han sido mimados muchos de sus detractores a los que combatió desde que, como diputado autonómico, puso sobre aviso que el cemento de la Autovía del 92 (más bien del 2002, fecha real de su conclusión) era desviado a los maletines del PSOE. Ningún juez se molestó en llamar al autor de imputaciones tan embarazosas ni el Parlamento interrumpió su sesteo. Si en el oasis catalán la revelación sobre el cobro de comisiones del 3% por Pujol y los suyos proferida por Maragall en 2005 en una réplica a Artur Mas, quedó en agua de borrajas ante la amenaza de que se fuera al garete la reforma delEstatut, aquí los socavones por falta de cemento se taparon con una capa de mantillo sobre el que brotó curiosamente una alianza de ocho años (1996-2004) entre el PSOE y el partido entonces de Pacheco (PA) para sostener a Chaves en el Palacio de San Telmo.
Al creerse liberado de trabas legales, Pacheco ordenó los bienes municipales como patrimonio privado hasta recibir este correctivo judicial
A la postre, esta avenencia se extendería al Ayuntamiento de Jerez. Así, aquel Chaves que había hecho campaña atizando que Pacheco debía irse por salud democrática y quien blasonaba de perseguir la liquidación delrégimen chaviano, firmaban un pacto del diablo para apear al PP del gobierno del Concejo en una sonrojante moción de censura. Situando al frente a una edil socialista, Pacheco siguió reinando como copríncipe de la urbe, reteniendo la substanciosa área de urbanismo. De esta suerte, elrégimen ya no se le figuró un infierno, sino un paraíso para sus negocios. Volvía a hacerse verdad el aserto churchilliano de que la política hace extraños compañeros de cama, aunque Groucho Marx ironizara que lo que hace extraños compañeros de cama es el matrimonio.
Resuelto a perdurar en el poder y hacerse merecedor de una estatua ecuestre como la de Miguel Primo de Rivera en la plaza del Arenal, Pacheco no atendió a una ley que los griegos ya recogían a partir del siglo VII antes de Cristo. Allí se fijaba que un gobernante debe esperar diez años antes de pretender otro mandato. Así, sin nadie que le hiciera sombra, el presidente Roosevelt estableció esa limitación para evitar la corrupción y el clientelismo que ha atrapado a Pacheco y que ha hecho que se deshaga como lo hace la sal en el agua.
Habrá quienes cavilen que la severidad del Tribunal Supremo con Pacheco -siempre comparada con la lenidad con iniquidades que no le andan a la zaga- tienen que ver con sus manifestaciones de abril de 1985 a raíz de que la Audiencia de Sevilla detuviera la demolición municipal del chalé jerezano del cantante Bertín Osborne. De esta guisa, atendería a una venganza que se habría servido en plato frío después de cocinarse dilatadamente. Pero esa ilación carece de sentido si se recuerda que la bravata por la que se le inhabilitó seis años fue suspendida precisamente por este Alto Tribunal en 1988.
Si acaso, tal rigor habría que vincularlo más con el hecho de haber afrontado el proceso sin estar aforado. De ahí que los expresidentes y exconsejeros encausados por el fraude de los ERE no se hayan desprovisto de ese privilegio y se parapeten en sus escaños como burladero frente a los embates de la Justicia. Sin olvidarse, claro, del deseo de los estrados judiciales por recomponer su figura a ojos del ciudadano por su actitud tan pasiva y contemplativa ante la corrupción y los abusos de poder, lo que ha socavado su prestigio y autoridad.
Contrasta con las indulgencias con las que han sido mimados aquellos sobre los que alertó de que el cemento de la Autovía del 92 era para sus maletines
Si desde que aquel alcaide toledano contrariara la voluntad de Alfonso VIII de fijar cierto tributo cobradero en huevos de gallina y respondiera a la extrañeza real por su negativa a una contribución tan exigua aclarándole que lo hacía, no por el huevo, sino por el fuero de su ciudad, estos días se deduciría que, perdido el fuero de que gozó como parlamentario, Pacheco ha perdido también el huevo y, con ello, su braveza de león fiero.
Por ello, este hueso difícil de roer ha dejado muchos desdentados por el camino y ahora se estampa su dentadura contra unos barrotes que no serán de «chocolate» como aquellos que habrían facilitado en 1989 la fuga de dos reclusos de Sevilla I y cuyas quebradizas rejas suministró Francisco Palomino, cuñado del entonces presidente González.
Figurándose que por su avenencia con el PSOE se beneficiaría de la impunidad que él vituperaba, tras presumir de haber conservado durante lustros la Alcaldía de Jerez como «una isla rodeada de capullos», Pacheco paga el pacto traicionero por el que le arrebató el despacho capitular a la popular María José García-Pelayo para conferírsela a la socialista Pilar Sánchez, quien presentó los cargos que han originado su caída. A resultas de las trifulcas en aquel matrimonio de conveniencia, se destaparon los turbios asuntos de sus años de poder sin límite ni ley en los que Pacheco mutó en uno de aquellos caciques de cuando, en Jerez, según el tópico, «sólo se podía ser Domecq o caballo».
Aplicando un veredicto tan afilado a todos los cargos públicos que han estampillado a quienes les venía en gana, obligaría a una repoblación de ediles mayor que la de colonos en Sierra Morena en época de Carlos III, si bien se hacen precisos escarmientos que corten tanta impunidad. No se trata, desde luego, de hacer justicia, aunque perezca el mundo. Sí de que quien la haga, la pague y resarza lo dilapidado o directamente robado. No obstante, se comprende el abatimiento de Pacheco al ver las noticias en cascada sobre los expolios de los ERE y de la formación, así como el desvío de una parte del león de esos caudales a sociedades del PSOE en Sudamérica, sin que los capitostes del régimen entren en la cárcel ni purguen sus fechorías. Demasiada corrupción para tan poca Justicia.
Al final de su larga escapada, Pedro El Enorme sufraga no haber sabido retirarse cuando pudo pasar a la Historia como un conspicuo corregidor. Para la posteridad, Pacheco quedará como un recluso que, tras adquirir nombradía justiciera, franqueó las puertas de la penitenciaría como las del infierno. Allí verificará lo que Dante anotó en su Divina Comedia: «No hay mayor dolor que el recuerdo del tiempo feliz en la adversidad».
francisco.rosell@elmundo.es

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