martes, 9 de septiembre de 2014

Maxima difusion. Funcionarios como José Barea es lo que necesitamos en Andalucía, especialmente, y en España ....somos muchos, pero..... hay que dar un paso al frente....

Ha muerto don José Barea, doctor en Economía, catedrático de Hacienda Pública, director de la Oficina del Presupuesto del presidente Aznar, Premio Jaime I de Economía. Uno de los economistas más importantes e influyentes en la España del último medio siglo. Una verdadera eminencia.Un auténtico Hombre de Estado.




Don José reunía todas las condiciones del funcionario ejemplar: riguroso, excepcionalmente cualificado, nunca dejó de formarse y de trabajar sin desmayo. Conocía la Administración al dedillo y se aplicaba a su labor con total entrega y una admirable vocación de servicio público. Funcionarios como don José son imprescindibles en los Estados modernos. Deberían ser la norma en todos los niveles del escalafón. Por desgracia, no es el caso. La calidad del Estado tiene mucho que ver con la calidad de sus empleados. España tiene aquí una gran asignatura pendiente, pero nadie quiere hablar de ella ni, mucho menos, proponer soluciones para devolver el prestigio al funcionariado.





....somos muchos, pero..... hay que dar un paso al frente....




  http://www.porandalucialibre.es/informativa/opinion/tribuna-libre/item/4535-funcionarios-como-jose-barea-es-lo-que-necesitamos-en-andalucia-especialmente-y-en-espana
Funcionarios como José Barea es lo que necesitamos en Andalucía, especialmente, y en España
Ha muerto don José Barea, doctor en Economía, catedrático de Hacienda Pública, director de la Oficina del Presupuesto del presidente Aznar, Premio Jaime I de Economía. Uno de los economistas más importantes e influyentes en la España del último medio siglo. Una verdadera eminencia.Un auténtico Hombre de Estado.



Don José reunía todas las condiciones del funcionario ejemplar: riguroso, excepcionalmente cualificado, nunca dejó de formarse y de trabajar sin desmayo. Conocía la Administración al dedillo y se aplicaba a su labor con total entrega y una admirable vocación de servicio público. Funcionarios como don José son imprescindibles en los Estados modernos. Deberían ser la norma en todos los niveles del escalafón. Por desgracia, no es el caso. La calidad del Estado tiene mucho que ver con la calidad de sus empleados. España tiene aquí una gran asignatura pendiente, pero nadie quiere hablar de ella ni, mucho menos, proponer soluciones para devolver el prestigio al funcionariado.

Sin lugar a dudas, el profesor Barea pasó a ser una figura conocida y reconocida por amplias capas de la sociedad cuando tuvo bajo su responsabilidad la Oficina del Presupuesto de la Presidencia del Gobierno durante la primera legislatura de José María Aznar. Fue la encarnación de los recortes de aquel Ejecutivo. Recortes que dieron sus frutos y fueron el pilar de las mejores políticas económicas desplegadas por esa Administración, tan distinta a la que padecemos hoy, pese a que quien la dirige, Mariano Rajoy Brey, formó parte de ella.

Con profesionalidad y rectitud admirables, el profesor Barea mantuvo sus posiciones incluso cuando quienes le presionaban eran nada menos que Rodrigo Rato, por entonces ministro de Economía y vicepresidente del Gobierno, o el propio jefe del Ejecutivo, José María Aznar. Las comparaciones con lo que sucede en el momento presente pueden provocar estupefacción o tremenda rabia; y ojalá que vergüenza en algún damnificado.

Don José Barea era la prueba viviente de que se podían hacer las cosas de muy distinta manera. Como se hicieron en 1996-2000, precisamente. Como mandan los cánones del ideario liberal-conservador de aquel Partido Popular encabezado por José María Aznar y en el que ya era una figura relevante el actual presidente del Gobierno. Un Partido Popular en el que nadie mandaba a tomar viento a liberales y conservadores y se predicaba la austeridad con el ejemplo del muy austero –también en el plano personal– profesor Barea, probo funcionario que tenía el Estado en la cabeza yabominaba de la componenda politiquera.

En la muerte de don José Barea, qué mejor tributo podría rendirle el Gobierno que dejar de traicionar a su electorado y seguir la senda que marcó aquel funcionario ejemplar, que tan grandes servicios prestó al Estado.

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