domingo, 24 de agosto de 2014

Recomendado: La araña atrapada en su red.....Al tratarse de una corrupción institucionalizada, nadie actúa contra ella y todo se reduce a evitar que te pillen por si el partido no puede acudir al rescate....¿¿????

Corrupción institucionalizada y juntera; en la que todos participan por acción u omisión ¿¿??



¿Colaboración necesaria?


  • A Susana Díaz le inquieta seguir la senda de sus predecesores y quedar aprisionada en la tela de araña que ha coadyuvado a tejer.
  • Al tratarse de corrupción institucionalizada, todo se reduce a evitar que te pillen por si el partido no puede acudir al rescate.

Los resultados...




La araña atrapada en su red....

POR SI SE ALBERGARAN dudas de que Pedro Sánchez va a estar a lo que diga Susana Díaz también en lo que hace a la corrupción socialista, el martes las despejó cumplidamente. Repitió textualmente lo que cuarenta y ocho horas antes había dicho la presidenta andaluza sobre la honorabilidad de Chaves y Griñán, después de que la juez Alaya elevara la causa sobre el latrocinio de los ERE al Tribunal Supremo por estimar la posible implicación de estos aforados y siete de sus lugartenientes entre la cincuentena de altos cargos procesados en la tupida trama delictiva.
El novicio secretario general del PSOE evocaba sus noches de tertuliano televisivo en los que capeaba el temporal ceñido al argumentario suministrado por el Palacio de San Telmo. Sobre la falsilla de Díaz, secunda pronunciamientos hueros del tono de «tolerancia cero» contra unos desafueros que se han hecho consustanciales al ejercicio del poder en esta Andalucía tan deprimida como exprimida. En esta hora suprema en la que las imputaciones alcanzan a quienes han personalizado el régimen imperante estos últimos treinta años largos, quienes han torpedeado la ímproba labor de la juez Alaya desde el inicio de su instrucción no paran de entorpecer, por todos los medios, que se haga Justicia.
Si ya el que fuera presidente del CGPJ, Gonzalo Moliner -plenamente conocedor de a quién se debía como alto comisionado del poder político en el órgano de mando del Poder Judicial- intentó sancionar a la magistrada, ahora una de las terminales socialistas en el Consejo, el ex diputado socialista Álvaro Cuesta, demanda la apertura de expediente por la publicación por EL MUNDO del escrito de remisión al Tribunal Supremo del sumario de los ERE. Para este socialista en comisión de servicio en el CGPJ, la filtración produce indefensión a los aforados, cuando los inermes, por contra, son los ciudadanos que padecen sus desmanes y que, incomprensiblemente, no tienen quien los defienda. Habiendo tantos como cobran por ello, consienten que los dineros del común se disipen a mansalva.
Difícilmente se habría alcanzado este nivel de degradación si se hubieran depurado tales fechorías cuando se detectaron, en vez de ser consentirse cerrando filas con los truhanes, seguros de que cualquier denuncia periodística, por grave que fuera, quedaría en una tormenta en un vaso de agua, pues bastaría con aguantar el chaparrón de una semana de titulares. Marta Ferrusola ha verbalizado, con su expresivo «¡Uy, Jordi! Tranquilo, que esto se olvida», lo que aquí se ha hecho hábito. Si cuando Diario 16 destapó un fraude en la adjudicación de obras de colegios que implicaba al entonces delegado de la Consejería de Educación en Sevilla, José Antonio Viera -un modesto entrenador de los escalafones inferiores del Sevilla FC que comenzaba a hacer sus pinitos en política-, hubiera sido inhabilitado por los dirigentes del PSOE y de la Junta, su escarmiento habría servido de aviso a navegantes y evitado que, como consejero de Empleo, auspiciara el fondo de reptiles de los ERE de los que, ademas, se benefició familiar y clientelarmente, según la juez Alaya. Por ésas, Viera ha salido por peteneras proclamando que Sánchez le ha encarecido que sea fuerte y resista, blandiendo una inocencia que evoca a David en el salmo 51: «Dios aborrece grandemente a los pecadores que se alaban porque es pecado sobre pecado y malicia sobre malicia».
Al tratarse de una corrupción institucionalizada, nadie actúa contra ella y todo se reduce a evitar que te pillen por si el partido no puede acudir al rescate. Fue lo que acontenció con el ex consejero Montaner cuando el fallecido alcalde de Marbella, Jesús Gil, exhibió las fotocopias de los cheques que abonó a éste y a la tesorería socialista por legalizarle una urbanización como promotor. Para sofocar el escándalo, se hizo el paripé de abrirle un expediente de expulsión que prescribiría por inacción, como estos días se reitera con el ex consejero Ojeda a cuenta del gatuperio de los fondos de formación. ¡Como si las adjudicaciones directas y las exoneraciones para que justificara los millones concedidos no hubieran sido avalados por una recua de altos cargos que sabían que se trataba de uno de los nuestros! Ahora arguyen que Ojeda no es ningún referente socialista, cuando personifica el prototipo del conseguidor de tercera generación del que el pícaro de Juan Guerra fue precursor.
Susana Díaz, que forma parte de ese engranaje desde que abandonó la catequesis católica por la socialista, no puede ir contra Viera ni contra sus padrinos Chaves y Griñán porque participa de ese sistema consentido de cosas. No entenderlo así es engañarse o prestarse a ser engañado. Si es dicho común que no hay donde mejor se conozca la buena o mala vida del señor que en la de los que le sirven, otro tanto cabe aseverar del régimen andaluz. No es que el PSOE sureño sea incorregible, como decía Borges del peronismo, sino que no puede enmendarse sin que se desplome el tinglado de la farsa. Por eso, hay que perder la esperanza de que haya contrición ni enmienda, salvo designio en contra de las urnas.
Así, acosada por los escándalos, Díaz recurre a la añagaza de anunciar reglamentaciones, como si ése fuera el origen del mal y no la burla y befa de las leyes por quienes disponen del salvoconducto del partido. Con igual fin, ya se promulgó una ley de incompatibilidades que estaba llamada a sorprender a todo el orbe -basta leer su prosopéyico preámbulo-, pero que no fue óbice para que su promotor, Manuel Chaves, firmara una ayuda millonaria a la empresa minera apoderada por su hija y que su otro vástago se presentara como comisionista de la Junta, sin dejar de lado a los negocios de sus hermanos a la sombra del poder. Fatalmente, la autonomía andaluza ejemplifica que, cuando más corrupta es una administración, más numerosas son sus normas. Por eso, Joaquín Costa, padre del regeneracionismo, hace más de un siglo ya avisó sobre el error de suponer que las leyes son garantía del Derecho, cuando esa garantía no está en la ley si ésta no tiene asiento y raíz en la conciencia de los que han de guardarla y cumplirla.
Ante tal exceso normativo, cabe preguntarse: ¿cuántos cambios legales ha habido tratando de atajar la corrupción y cómo sistemáticamente se escapa por la arbitrariedad de quienes supeditan el imperio de la ley a su voluntad y emulan al shakesperiano rey Ricardo III: «Hoy no estoy de humor para dar»? Falta ejemplaridad y sobran leyes con las que aparentarla, como persigue Díaz, al igual que sus predecesores en el inquilinato del Palacio de San Telmo.
Desde la Atenas de Solón, las leyes son «como las telas de araña, que apresan a los bichos pequeños pero dejan escapar a los grandes». Así, haciendo de la excepción la regla, la Junta ha venido librando de las exigencias de la Ley de Subvenciones con base en supuestas «circunstancias de especial interés social», dispensando al ex consejero Ojeda mayor protección pública que a esos otros linces ibéricos en vías de extinción. Todo ello hasta que ha llegado la juez Alaya y ha mandado parar amenazando con encausar, como con los ERE putrefactos, no sólo a quienes se han lucrado con los dineros de los parados, sino a los gobernantes que lo han consentido con su delictuosa gestión de esos fondos de formación. Verdaderamente, lo que le inquieta a Díaz es seguir la senda de sus predecesores y quedar aprisionada en la telaraña que ella ha coadyuvado a tejer, aunque sea proverbial la pericia de estos arácnidos para moverse cautelosamente por la frágil red.

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