martes, 18 de marzo de 2014

Editorial. El convidado de piedra.....la escena del sillón....

Ha ido don Juan (llamadme Juanma) a Sevilla a hacerle a doña Inés (decidme Susanita) la escena del sofá......

El convidado de piedra


El convidado de piedra
Ha ido don Juan (llamadme Juanma) a Sevilla a hacerle a doña Inés (decidme Susanita) la escena del sofá:
¡Oh! Sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos,
como lo haces, amor es…
y sólo ha hallado desprecio. Elegante, cortés, pero desprecio. Pretendía emular a don Juan y se ha encontrado que el papel de amante seductor estaba ya asignado a un tal don Diego (Valderas), que no es, precisamente, su padre.
Se lo han dejado claro, ambos. Don Diego le ha dicho que no se engañe con vanas apariencias, que escucharlo sin enojo doña Inés no es amor sino educación, “encuentro político de cortesía”, y que “si alguien espera del encuentro la solución a todos los males de Andalucía se estará equivocando”; mensaje, también, para la amada.
La amada, que no es muy inteligente —tardó 10 años en hacer la carrera—, pero sí muy lista, lo ha entendido; y apenas era ido cuando salió tras él clamando: “¿Cómo, don Juan, os atrevéis a decidme de qué hemos de hablar? Además, no me explico esa inquina que profesáis a mi señor don Diego; y mucho menos el deseo vehemente —y  malsano, añadimos nosotros— de gozar mi presencia y hermosura cada 45 días. Sabed que eso es excesivo. No volváis, y si deseáis habladme sea en el parlamento (donde no podéis entrar), delante de mi amado.”
De modo que don Juanma, que llegó anunciado, pregonado, un poco creído, incluso soberbio:
Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía
salió trasquilado. O, por ceñirnos a la obra, quiso ser don Juan y se quedó de piedra. De convidado de piedra.
Claro que eso le ha pasado por traidor:
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando vida mía,
la esclavitud de tu amor…
Traidor a los principios y, tal vez, a sus posibles electores, que esperan del PP otra política, más firme, más ejemplar y menos pragmática (¡vaya pragmatismo!). Siendo malagueño de militancia es probable que esté contaminado de arriolismo.
Lleva razón don Juan en que el problema más importante de Andalucía es el paro; también es cierto que, en líneas generales, su propuesta sobre la reforma de la Administración no va mal encaminada; pero hay una cosa sobre la que no vale contemporizar con un régimen que es esencialmente corrupto: la corrupción. Juanma se ha creído que es Felipe González: “gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones”, pero para eso le falta un hervor, o varios.
Va de “sobrao”. Se ve que no está acostumbrado a tratar con esta gente. Ignora que el sectarismo que profesan sólo es comparable a su falta de escrúpulos. Que se fije, si no, en Valderas, es un buen ejemplo: pactó con el PP —la famosa pinza— para ser presidente del Parlamento y, ahora, después de haber echado espumarajos contra el régimen corrupto, se traga el gazapo —o sea, como dice un amigo mío, la cría del sapo— con tal de tocar bola y ser vicepresidente del gobierno. ¡A la historia, Valderas!, aunque sea la de la infamia.
Esperemos que este pretencioso don Juan haya aprendido la lección. San Telmo no es Downing Street. De lo contrario, la hermosa no tardará en merendárselo.

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