martes, 4 de febrero de 2014

La pirámide de la corrupción... juntera y sindicalista....

COMO ERA previsible, dado que ha sido una pieza sustancial en el engranaje socialista, esta corrupción sistémica podría terminar amargándole la existencia a la nueva presidenta de la Junta, Susana Díaz, en cualquiera de sus expresiones más sonadas, bien en el fraude de los ERE, bien en el jaleo de la financiación ilegal del «sindicato hermano» UGT a cuenta de los parados. Por ello, al arribar al Palacio de San Telmo, su prioridad fue fijar una estrategia de control de daños que soslayara yerros como los de sus antecesores. Por empecinarse en impugnar certezas, éstos hubieron de dimitir y aguardan los designios de la Justicia parapetados tras el burladero de su privilegiado aforamiento. Encarar los hechos, por sañudos que sean, contribuye a esquivarlos. 

........Pero esa maniobra que, no sin sobresaltos, le ha funcionado con los ERE se puede liar en el expolio de UGT.
.....Dada la naturaleza del mal y su extensión -ahí está esa nueva laya de que una fundación de la administración paralela de la Junta haya dejado sin justificar nada menos que 49 millones en sólo dos años correspondientes a la formación profesional sin que nadie pague por ello-, no hay que circunscribirse a criticar los excesos del régimen, sino que hay que ir a las raíces y arrancarlas de cuajo. Díaz debe oponer la ética de las soluciones reales a las declarativas y rehuir tanto las falsas terapias como los remedios burocráticos que, lejos de combatir la lacra, inflan una elefantiásica burocracia -como esa malhadada Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo (FAFFE)- y multiplican las oportunidades de comisión de latrocinios. Merced a la discrecionalidad de quienes patrimonializan el poder, estos no establecen distingos entre bienes propios y públicos.





A VUELTA DE PÁGINA

La pirámide de la corrupción

IDÍGORAS Y PACHI






COMO ERA previsible, dado que ha sido una pieza sustancial en el engranaje socialista, esta corrupción sistémica podría terminar amargándole la existencia a la nueva presidenta de la Junta, Susana Díaz, en cualquiera de sus expresiones más sonadas, bien en el fraude de los ERE, bien en el jaleo de la financiación ilegal del «sindicato hermano» UGT a cuenta de los parados. Por ello, al arribar al Palacio de San Telmo, su prioridad fue fijar una estrategia de control de daños que soslayara yerros como los de sus antecesores. Por empecinarse en impugnar certezas, éstos hubieron de dimitir y aguardan los designios de la Justicia parapetados tras el burladero de su privilegiado aforamiento. Encarar los hechos, por sañudos que sean, contribuye a esquivarlos.
Es cierto que, en la estafa de las prejubilaciones falsas, más allá de que se pudiera sospechar su eventual imbricación por sus lazos con el exconsejero de Empleo, José Antonio Viera, del que fue mano derecha cuando éste mandaba el PSOE sevillano, lo primero que hizo Díaz fue desprenderse de todo vestigio del mayor escándalo de corrupción en la historia de la Administración. Trazando un cortafuego, aparcó en el limbo burocrático el nombramiento de la mujer del exconsejero nacido para el ERE, Antonio Fernández, cuya Dirección General de Medio Ambiente modificó su denominación y debió haber sido refrendada en el BOJA. No quería poner su rúbrica debajo y que se la relacionara con el gatuperio. De igual modo, evitó porfías con Alaya del tenor de las que protagonizaron Chaves y Griñán, dejando ese trasteo al consejero-fiscal Llera y a sus edecanes del partido.
Pero esa maniobra que, no sin sobresaltos, le ha funcionado con los ERE se puede liar en el expolio de UGT. Al primer embrollo serio -la publicación por este periódico de que Díaz firmó con UGT un convenio por el que el PSOE recibía caudales de los cursos de formación-, se ha removido desatentadamente dictando que «es falso» el concierto donde figura su firma. Secunda la conducta de los dos dimitidos secretarios de UGT cuando emergió el galimatías. Al reaccionar con cajas destempladas, su apreciable ataque de nervios la ha puesto en tal evidencia que hace plantearse si no se está, en vez de un acuerdo exclusivo para una sede (la jiennense de Torreperogil), ante un procedimiento generalizado del que habría asomado la punta del iceberg.
No es para menos, tras observar cómo se le agrió esa sonrisa permanente hecha mueca que, hoy por hoy, es su principal activo a la espera de que sus anuncios se traduzcan en hechos. Entre tanto, sobrevuela de aquí para allá y rehúye aterrizar en el secarral de la gestión para no darse de bruces con la cruda realidad o con extravíos como acudir a Marbella a hablar de urbanismo sostenible en un cónclave donde se citaron notorios avalistas de la corrupción e imputados por estropicios que se prometen rectificar en los despachos que los toleraron.
Ante su falta de refutación contundente cuando se le inquiere para que suspenda cautelarmente las contribuciones a UGT y para que se persone en la causa abierta, mientras se limita a reclamar el reintegro de las facturas falsas que aparecen en la Prensa, se entendía que era por su compromiso personal -su marido fue monitor de los referidos cursos- y de su militancia ugetista. Pero lo que no se sabía es que, por encima de ello, la presidenta no iba a obrar contra sus propios actos, pues, como secretaria de Organización del PSOE andaluz, estampó su firma en el acuerdo de marras con UGT de 15 de abril de 2011, en virtud del cual su partido se embolsaba dinero de los cursos de formación y cuya copia ha divulgado EL MUNDO. Ante la eventualidad de que el PSOE sufrague sedes con ayudas de la Junta procedentes de los fondos de formación, como ya se detectó en los ERE, la réplica de la presidenta ha consistido en negar la mayor sin más aclaración. No es cosa de enredarse en un episodio que indaga la juez Alaya en fase preliminar.
Si como canta Bob Dylan «lo que te espera en el futuro es aquello de lo que huiste en el pasado», lo peor que puede hacer Díaz es procurar escapar de las consecuencias de sus actos borrando el ayer a conveniencia cuando debiera conservar viva la memoria de un pretérito imperfecto para no repetirlo. Como dice un proverbio ruso, «hurga en el pasado y perderás un ojo; olvídate de ese pasado y perderás los dos».
Incapaz de reconocer el error, su conducta es plenamente coherente con esa obediencia ciega que rige en sistemas cerrados en los que todos hacen lo que se espera de ellos sin cuestionarse las secuelas. A este respecto, la autonomía andaluza configura una enorme pirámide que, bajo la férula de la Presidencia de la Junta, se sostiene por la alianza entre la burocracia gobernante y los concertados agentes sociales, a la que subordinan los acogidos al «pan» o quienes temen el «palo». Así, cobra sentido que, en su último auto sobre el saqueo de los ERE, la juez entienda que no puede derivar en piezas separadas el conjunto de la instrucción porque el mecanismo ilegal de concesión disponía de una estructura piramidal de políticos y técnicos de la Junta, como patentizó al imputar a Griñán y Chaves, junto a otros cargos hasta sumar la cuarentena entre el centenar largo de encausados.
Dada la naturaleza del mal y su extensión -ahí está esa nueva laya de que una fundación de la administración paralela de la Junta haya dejado sin justificar nada menos que 49 millones en sólo dos años correspondientes a la formación profesional sin que nadie pague por ello-, no hay que circunscribirse a criticar los excesos del régimen, sino que hay que ir a las raíces y arrancarlas de cuajo. Díaz debe oponer la ética de las soluciones reales a las declarativas y rehuir tanto las falsas terapias como los remedios burocráticos que, lejos de combatir la lacra, inflan una elefantiásica burocracia -como esa malhadada Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo (FAFFE)- y multiplican las oportunidades de comisión de latrocinios. Merced a la discrecionalidad de quienes patrimonializan el poder, estos no establecen distingos entre bienes propios y públicos.
A medida que es incapaz de dar respuesta atinada a la corrupción, al percibir que el pasado persigue su presente hasta amargárselo, la presidenta frustra las expectativas despertadas, pues su apalabrada regeneración será agua de borrajas sosteniendo incólume esa pirámide de la corrupción. Malas maneras apuntaría si, queriendo compensar su inacción y complicidad en este campo en el que se juega la credibilidad, demostrara poco encaje de una crítica razonada que, aun incómoda y arriesgada, es imprescindible para el mejoramiento de la sociedad, además de consustancial a la democracia. De ahí que sea una necesidad imperiosa contar con críticos, aunque resulten irritantes, evitando claudicar ante la máxima maquiavélica que aconseja a El Príncipe no guardar fidelidad a la palabra cuando esa fidelidad se vuelva en su contra como un boomerang debiendo tener el ánimo dispuesto para moverse según le exigen los vientos y las variaciones de la fortuna.
francisco.rosell@elmundo.es

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